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miércoles, 17 de mayo de 2017

Buena, bonita, barata.

Mi prima B siempre ha sido la mejor del mundo. Al menos para mí, porque aunque suene un poco egoísta,  es la única que ha compartido piso conmigo. Y es que es una compañera ideal. A ella le gustan sus cosas, si entiendes eso, compartir despensa con ella es súper sencillo.

Ella tiene su banda sonora, igual que Amelie. Aunque lo suyo tiene muchas más guitarras y menos teclas. Le acompañan cascabeles igual que a los duendes y la mayoría de las veces cae de pie como los gatos. Y solo ella sabe las vidas que ya ha gastado. Las noticias lo son hasta que dejan de serlo.

Guarda un diafragma por pupila y nunca he visto a nadie encerrar tanto en tan poco espacio. Sintetiza los sentimientos dentro de una polaroid que nunca pone precio, es como hablar con una gota de agua en presente, pasado y futuro, porque nunca dejara de tener esa mata de pelo enredada como la noche. Y su sonrisa marca las mismas estrellas desde el principio de los tiempos.

No necesita abuela, aunque sí que la echa de menos, sobretodo sus platos, porque guarda del Pérez, su buen apetito con sus ciertas limitaciones características. Cada uno una casa, cada cual su hogar. Pero nadie como ella para cimentar el mundo hasta hacerlo bello.  Nadie aclara mejor las ideas ni con cloro. Es como tener a un psicólogo sin el engorro del diván y los recibos.

De ella aprendí desde servir una cerveza, a modificar una verdad adecuadamente... pasando por sus mejores lugares donde perderse y amigos que nunca olvidar. Ella es el pop para mi rock, un ritmo diferente, pero divertido… igual que jugar a la botella con Buda, tú siempre recibes. Porque tarde o temprano aprendes algo entre sonrisas.


Cada noche cuando me acuesto, me acuerdo de ciertas personas, no las enumero, ni las pongo en orden, simplemente están ahí esperándote. De ella siempre deseo que nunca cambie, porque sigue siendo tan especial como el primer día. Por mucho que la estrenen, no pierde el brillo que la caracteriza.

Ser Blanca no siempre denota un color, sino la suma de todos hasta hacer que la intensidad roce el límite de que lo que no se ve se haga real y lo que nunca debió de existir desaparezca. Es una paradoja rodando sobre la madera del parquet. No hay joven más sabio que aquel que deja que el agua inunde su silencio.
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